Alberto
se levanta, desayuna tostadas con café mientras
escucha la radio. Termina de comer y tira los restos de lo que le sobró al
bote de la basura. La radio deja de funcionar por falta de batería,
Alberto abre un nuevo paquete de pilas, arroja las “inservibles” al
mismo contenedor donde tiró los desechos junto con el envoltorio
de las nuevas baterías que empieza a utilizar. Antes de salir de su casa, decide tirar la
bolsa de color verde con asas rojas, llena de comida y, en ella, restos que
para él,
son desechos. La cierra con fuerza y se dirige al basurero más
cercano. Contempla los contenedores de diferentes colores pero tiene prisa,
debe llegar a tiempo a su trabajo y la deja justo al lado de uno de ellos. A la media noche pasa el camión
de la basura, vacía
los contenedores. Desaparecen las bolsas. Y, así, todo vuelve a
empezar. María
se levanta desayuna, tiene prisa, tira una lata, trabajo, etc.
Cada
persona genera más
de 500 kilos de basura al año o, lo que es lo mismo, una ingente
cantidad de recursos naturales desperdiciados. Seis kilos de basura doméstica
por una familia media de cuatro personas. Unos 575 kilos al año
por cabeza sí vivimos
en España,
760 sí estamos
en Estados Unidos. Un estudio elaborado
para la ComisiónEuropea estima que si se aplicara la legislación de la UE sobre
residuos, se ahorrarían 72.000 millones de euros al año,
aumentaría
en 42.000 millones de euros el volumen de negocios anual del sector de la gestión
y el reciclado en la UE. Además,
se crearían
más
de 400.000 nuevos puestos de trabajo para el año 2020.
Lo
que llamamos desechos son sobre todo recursos. Sí están
revueltos no sirven para nada. Es imprescindible que la recogida selectiva de
residuos se realice de forma correcta para que se pueda maximizar y aprovechar los materiales contenidos en la basura. En la
actualidad, nos encontramos con contenedores diferenciados en cuatro
fracciones: papel y cartón,
vidrio, envases y resto. Es decir, salvo excepciones no se recoge de forma
separada la materia orgánica. Es una aportación
que todos tenemos a mano, añadiendo así, un granito de
arena para conservar un medio ambiente saludable.
La
materia orgánica,
que supone cerca del 50% del contenido del cubo de la basura, puede ser
aprovechada mediante el compostaje, para luego usarse en agricultura, jardinería
o para recuperar suelos degradados. Pero el compost sólo puede ser
destinado a dichos usos cuando reúne unos requisitos
mínimos
de calidad que no pueden ser alcanzados sino a través de la recogida
selectiva en origen. Por eso es importante conocer nuestra basura y meter la
mano en ella para ver cuánto podemos reutilizar.
En
2010 se recogían
24,4 millones de toneladas de residuos urbanos. De éstos, 19,4,
millones son mezclados y 5 millones corresponden a recogida selectiva. La
preocupación
que nace al ver estas cifras es ¿por qué producimos
tantos residuos?. Las montañas
de la basura que generamos puede llegar a ser, a veces, mayor que el tamaño
de un edificio de cuatro plantas. Los desechos, esas bolsas que arrojan -Alberto
ó María-
terminan siendo enterrados en un vertedero o, lo que es peor, quemándolos
en una incineradora.
El
hombre ha producido más basura de 1960 a nuestros días
que desde que comenzó a ser hombre hasta 1960. Debemos tener
el valor de mirarnos al espejo y ver
todo lo que desechamos a diario:
fruta, verdura, restos de comida cocinada, envases de plástico,
servilletas de papel, trapos sucios,etc. Reciclar debe ser el último
paso. Sí seguimos
el orden real deberíamos reducir nuestro consumo, reutilizar
y reciclar. Sí los
separamos, podremos volver a usarlos como papel, metal, vidrio o como compost
para fertilizar la tierra. Como ciudadanos debemos descubrir el valor de los
residuos. Algunos no podrán evitarse, como es lógico,
pero pueden transformarse en valiosos recursos, lo que implica ahorrar dinero.
Por Mariana Espinel
Por Mariana Espinel
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